La
palabra automóvil procede del Griego antiguo AUTO: (Propio, Personal, por uno
mismo, voluntariamente) y del Latín MOVILIS: (movile).
Los
primeros pasos del automóvil fueron los vehículos propulsados a vapor. Se cree
que los intentos iniciales de producirlos se llevaron a cabo en China, a finales
del siglo XVII, pero los registros documentales más antiguos sobre el uso de
esta fuerza motriz datan de 1769, cuando el escritor e inventor francés
Nicholas-Joseph Cugnot presentó el primer vehículo propulsado a vapor.
Se
trataba de un triciclo de unas 4,5 toneladas, con ruedas de madera y llantas de
hierro, cuyo motor estaba montado sobre los cigüeñales de las ruedas de un
carro para transportar cañones. Su prototipo se estrelló y una segunda máquina
quedó destruida en 1771, pero la idea sería retomada y desarrollada en
Inglaterra en los años siguientes.
Hasta
1840, se construyeron en Inglaterra más de 40 coches y tractores propulsados a
vapor. Incluso en 1836, circulaban regularmente unas 9 diligencias a vapor,
capaces de transportar cada una entre 10 y 20 pasajeros a unos 24 km por hora.
La
búsqueda se concentraba en alguna forma más práctica de mover los coches
autopropulsados. Y la solución apareció nuevamente en Europa en 1860, cuando
el belga Etienne Lenoir patentó en Francia el primer motor a explosión capaz
de ser utilizado siguiendo las ideas aparecidas en Inglaterra a finales del
siglo XVIII.
El
camino estaba trazado, pero habrían de pasar otros seis años hasta que el alemán
Gottlieb Daimler construyera en 1866 el primer automóvil propulsado por un
motor de combustión interna. Su prototipo era un gigante de casi dos toneladas
de peso que fue presentado en la Exposición de París de 1867 por su patrón,
el industrial alemán Nicolás Augusto Otto. Esta fue, sin duda, la base de la
nueva industria.
Tras
años de trabajo, el mismo Daimler ideó una variante de apenas 41 kg. que sería
el precursor de todos los motores de explosión posteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario