En 1840, Botta, que ya de joven había dado la vuelta al mundo, fue nombrado agente consular en Mosul, ciudad situada en la parte alta del Tigris. Era médico y estaba muy interesado en las ciencias naturales y en la arqueología. Su conocimiento de las lenguas indígenas le permitía mantener una buena relación con los nativos, lo que fructiferó en el descubrimiento de la ciudad de Nínive, cuna de la civilización mesopotámica. El descubrimiento de Botta significaba que podía haber existido una civilización más antigua que la egipcia.
La Torre de Babel es una construcción de tipo zikkurratu (zigurat) que es mencionada en la Biblia. Según se narra en el capítulo 11 del Génesis, los hombres pretendían, con la construcción de esta torre, alcanzar el cielo. Yahvé, para evitar el éxito de la empresa (que se oponía a su propósito de que la humanidad se extendiera por toda la superficie de la Tierra, se multiplicara en ella y la sojuzgara), hizo que los constructores comenzasen a hablar diferentes lenguas, luego de lo cual reinó la confusión y se dispersaron.
En 1913, el arqueólogo Robert Koldewey, contando con los estudios de Botta, encontró una estructura zigurat en la ciudad de Babilonia que se identificó con la torre de Babel. Esta torre habría sido destruida y reconstruida en numerosas ocasiones y se estima que la construcción más antigua de la Etemenanki, «Casa del Fundamento del Cielo y de la Tierra» se construyó durante el III milenio antes de Cristo. La base de esta torre habría sido un cuadrado de 92 m de lado, y su altura original (entre 60 y 90m) habría sido aumentada en tiempos de Nabopolasar y Nabucodonosor II (605-592 a.C.), para hacerla una digna exponente de su poderío y grandeza (se emplearon 85 millones de ladrillos en cu construcción).
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