A los quince años aproximadamente, en un número del Selecciones del Reader´s Digest, leí el relato de una epopeya antártica. Me impresionó vívidamente. No sabía entonces que dos décadas después existirían vías de comunicación electrónica, como este sitio, donde hoy puedo difundir un latido heroico olvidado. Injustamente olvidado. La exploración del australiano Douglas Mawson (su imagen a la izquierda). En 1907, Mawson, geólogo de profesión, exploró el Monte Erebus, el único volcán antártico activo, que lo fascinó con los rojizos colores de su lava serpenteando entre la nieve. Y, entre 1912 a 1913, recorrió centenares de kilómetros de lo que hoy se conoce como Tierra de Jorge V. Fue el único sobreviviente, en realidad, de un grupo de exploradores donde lo acompañaban Xavier Guillaume Mertz, abogado y campeón de esquí de 28 años de edad; y el tenienteBelgrave Edward Sutton Ninnis, joven suboficial de los Reales fusileros británicos. Con sus escasos treinta años, Mawson ya era un veterano de la Antártica. Sólo él sobreviviría. Su expedición irradió tintes de un heroísmo quizá superior al viaje de Scott y su grupo, que pereció trágicamente en el continente blanco. El valor científico de la exploración de Mawson tuvo también mayor relevancia. Pero no trascendió en la historia.
Durante su travesía, Douglas Mawson se precipitó en un pozo en la nieve. Desnutrido, agotado y confundido, logró emerger desde la entraña oscura de la helada tierra blanca, "la tierra maldita", como él la llama. En este hecho, como en otros, Mawson percibió la realidad de una fuerza divina, misteriosa, que intervino en su auxilio. El explorador conoció un poder superior al hombre por la vía del desamparo y el sufrimiento extremo.
En el transcurso de su viaje, garrapateó un diario escrito con hielo, sangre y fuego. Lennard Bickel le confirió una forma narrativa, literaria. Es un relato extenso. Por lo que les recomiendo que, de ser posible, lo impriman a fin apreciarlo con más serenidad y detalle.
La maravillosa y heroica historia de Mawson demuestra que la dignidad puede habitar en el corazón humano. Un valor que puede elevarnos hacia una cima noble. Con ese espíritu los invito a revivir, como si fuera un hecho presente, la expedición de Mawson. ¿Por qué no adentrarnos en la Antártida solemne, de enloquecedora vastedad, con el explorador que respira calor aun en el fondo de espesos océanos d
Os dejo un link con el resto:
http://www.temakel.com/vedouglasmawson.htme frío y soledad?