Se trataba de aquel vehículo que tenía su camino marcado por las rodadas sobre las que circulaba. Los carros fueron excavando surcos paralelos en las calles de Ur. Los habitantes se dieron cuenta muy pronto de que estas rodadas,
cuando eran profundas, mantenían a los vehículos guiados y no
estropeaban, al circular, las casas junto a las que pasaban, en las
estrechas calles de las ciudades que regaban el Tigris y el Éufrates.
Más adelante se cubrieron con losas las calles polvorientas o
enfangadas, dejando, deliberadamente, los surcos necesarios para que los
carros siguieran un camino fijo. No hay que olvidar que la carreta de cuatro ruedas era entonces una invención reciente, y que su eje trasero no era orientable.
El ferrocarril fue producto de la Revolución Industrial surgida en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX.
Una locomotora, a la que se le agregaron vagones para el transporte
humano y de carga, son básicamente las partes que hasta la fecha
constituyen un ferrocarril.
Las motos o trenes han sido sujetos de los avances tecnológicos y ejemplo de ello es el tren bala del Japón.
El constructor de la primera locomotora -25 de julio de 1814-, que derivaría más tarde en un ferrocarril, fue Richard Trevithick.
El destino inicial de la locomotora fue su utilización en las minas
carboníferas, en cuya primera demostración se logró arrastrar una carga
de cuarenta toneladas, a una velocidad de 6 km/h.
En 1823, el Parlamento inglés aprobó el acta que aseguraba a George Stephenson la titularidad de un proyecto, cuya finalidad era unir los pueblos de Stockton y Darlington mediante una vía férrea.
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