Científicos analizaron la sagrada pintura azul usada por los mayas en el sacrificio y otras ceremonias y llegaron a la conclusión de que esta pintura es cocida con la mezcla de añil, sustancias minerales y grasa de koba.
Unos antropólogos del Wheaton College (Illinois) y del Museo Field han descubierto cómo los antiguos mayas fabricaban un inusual y extensamente estudiado pigmento azul que se usó en ofrendas, alfarería, murales y en otros contextos de gran parte de Mesoamérica entre aproximadamente los años 300 y 1500 de nuestra era.
Identificado por primera vez en 1931, este pigmento azul (conocido como Azul Maya) ha desconcertado durante años a arqueólogos, químicos y científicos de los materiales, a causa de su inusual estabilidad química, su composición y su persistente color en uno de los climas más severos del mundo.
Identificado por primera vez en 1931, este pigmento azul (conocido como Azul Maya) ha desconcertado durante años a arqueólogos, químicos y científicos de los materiales, a causa de su inusual estabilidad química, su composición y su persistente color en uno de los climas más severos del mundo.
Los antropólogos de este nuevo estudio han solucionado otro viejo misterio: La presencia de una capa de sedimento azul de aproximadamente 4,3 metros encontrada en el fondo del Cenote Sagrado en Chichén Itzá. Esta capa azul notablemente gruesa se descubrió a comienzos del siglo XX cuando se dragó el pozo.
Chichén Itzá es un importante yacimiento arqueológico precolombino construido por los mayas que vivieron en lo que ahora es la Península de Yucatán en México.
Según relatos textuales del siglo XVI, el azul fue el color del sacrificio para los antiguos mayas. Pintaban a los seres humanos de azul antes de tumbarlos sobre un altar y sacarles sus corazones aún latiendo. También se pintaba de azul a las víctimas de los sacrificios que luego eran arrojadas dentro del Cenote Sagrado en Chichén Itzá. Además, el azul se utilizó en murales, alfarería, incienso copal, caucho, madera y otros artículos arrojados al pozo.
La conclusión de la nueva investigación es que la pintura azul para sacrificios encontrada en este sitio no era simplemente un pigmento cualquiera. Se trataba del famoso Azul Maya, un pigmento importante, vívido y virtualmente indestructible.
El Azul Maya es resistente al paso del tiempo, a la acidez, a la erosión por acción de los elementos naturales, a la biodegradación e incluso a disolventes químicos modernos. Ha sido descrito como "uno de los grandes logros tecnológicos y artísticos de Mesoamérica".
Los científicos saben desde hace mucho tiempo que el notablemente estable Azul Maya resulta de un enlace químico único entre el índigo y la paligorskita, un inusual mineral arcilloso que, a diferencia de la mayoría de los minerales arcillosos, tiene largos canales interiores. Varios estudios han descubierto que se puede crear el Azul Maya calentando una mezcla de paligorskita con un poco de índigo, pero no han podido descubrir cómo exactamente los antiguos mayas fabricaron el pigmento.
La nueva investigación muestra que en Chichén Itzá la fabricación del Azul Maya en realidad formó parte de un conjunto de rituales que se oficiaron junto al Cenote Sagrado. Específicamente, los mayas fusionaron con calor el índigo y la paligorskita, mediante la quema de una mezcla de incienso copal, paligorskita y probablemente las hojas de la planta del índigo. Luego, las víctimas de los sacrificios eran pintadas de azul y se las arrojaba dentro del Cenote Sagrado.
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