jueves, 17 de mayo de 2012

Recrean a la serpiente más grande del mundo

El Museo de Historia Natural del Smithsonian de Washington ha recreado la serpiente más grande del mundo, la Titanoboa, con una réplica a tamaño real en una exposición y una reproducción virtual en un documental, ambientado en la selva tropical en la que vivió hace 58 millones de años.

La exposición, que se inaugura hoy, explora el rostro más salvaje de la naturaleza, con fotos de animales contemporáneos que acompañan al visitante hasta su encuentro con la reproducción de la gigantesca serpiente prehistórica de catorce metros de longitud.

Consciente de la excepcionalidad de este reciente hallazgo, el museo también estrenará el próximo domingo un documental de dos horas que recrea la vida y el entorno de este reptil de récord que vivió en el actual departamento de La Guajira, en Colombia.

El filme se estrenará en el canal de televisión del museo y no renuncia a la espectacularidad que rodea a este reptil: se titula "Tinanoboa: el monstruo serpiente".

Esta especie pesaba más de una tonelada y medía unos catorce metros, unas dimensiones para las cuales sus descubridores tienen la comparación ya preparada: su peso equivale al de diez jugadores de lucha libre y su longitud a la de un autobús escolar de Estados Unidos, donde todo se construye a lo grande.

"Es la serpiente más grande que ha existido, de la familia de las boas, vivía en lagos y mataba a sus víctimas estrangulándolas y comiéndolas enteras", relató uno de los coordinadores de la investigación, Carlos Jaramillo, colombiano afincado en Estados Unidos.

Según los expertos, la Titanoboa se encontraba en lo más alto de la cadena trófica: comía de todo, cocodrilos y anacondas por ejemplo, lo que hace pensar que se hubiera alimentado también de humanos si hubieran compartido era.

El animal prehistórico tenía la apariencia de una boa constrictor, pero en gigante, y actuaba como las anacondas, pero en perverso, según las investigaciones, que concluyeron unos meses atrás.

Todo empezó -como en las historias de exploradores- con un hallazgo inesperado bajo el sol y la humedad de Colombia.

"Acababa de bajar del autobús, encontré una roca, la levanté y vi una hoja fósil", recuerda el colombiano Fabiany Herrera, por aquel entonces estudiante de pregrado.

Fue en 2002, probablemente equipado con un informal gorro que le protegía del sol. Una década después lo relata con una elegante americana y una camiseta con la palabra "Titanoboa" impresa.

Y es que esa visita a Cerrejón, la mayor mina de carbón al aire libre del mundo, convertiría ese punto septentrional de Colombia en el mayor depósito de fósiles del planeta.

El investigador Jaramillo ya intuyó entonces que eso era el principio y las exploraciones posteriores confirmaron que en esos terrenos había existido una excepcional selva tropical.

Fósil a fósil, fueron dándose cuenta de que en Cerrejón había habido flores, frutas, plantas y tortugas gigantes, así como cocodrilos de quince metros y peces pulmonados de tamaño increíble.

En 2005, otro estudiante colombiano, Edwin Cadena, se sumó a las expediciones para buscar restos de tortugas y en su primera campaña encontró unas vértebras.

Cadena rememora que encontró "algo diferente a lo que buscaba y muy grande" pero lleno de sedimentos, lo que sus colegas en Florida, Estados Unidos, acabarían identificando como "vértebras de Titanoboa", por titánica y por ser de la familia de las boas.

La investigación sobre el reptil, coordinada durante cinco años por el Instituto de Investigación Tropical del Smithsonian y el Museo de Historia Natural de Florida, ha encontrado restos que indican que unas sesenta titanoboas vivieron en la zona.

También abrió la puerta a otra revelación: la selva en la que vivía la Titanoboa era más húmeda, con más dióxido de carbono y varios grados más cálida que las actuales, lo que rompe la creencia de que a mayor calor, menos diversidad de especies.

El descubrimiento de rasgos novelescos es la mejor oportunidad de acercar la ciencia a la calle, dijo Wayne Clough, el secretario del Smithsonian de Washington.

Clough bromeó ante la prensa y reconoció que, de haber existido la posibilidad de encontrarse con una serpiente como la Titanoboa, nunca hubiera ido de niño a pescar al río.


                             

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